sábado, 4 de agosto de 2012

Conmoción (Editorial del periódico El Nacional 4-8-2012)

Todos quedaron atónitos, porque nadie podía creerlo. ¿Que murió Montero? La reacción describe el estado de ánimo tanto de sus compañeros de trabajo de El Nacional como de sus colegas y amigos frente a la pérdida irreparable de una persona afable y respetuosa, entre muchas otras cualidades.

El periodista José Miguel Montero, de 46 años de edad, falleció ayer en el Centro Médico Antillano, donde había sido ingresado para una cirugía en la garganta, la nariz y un oído. Se tenía como una operación menor, sin mayores complicaciones, pero falleció después de ser operado.

Esas muertes súbitas siempre dejan interrogantes. Pero será la autopsia la que determinará con precisión cuál ha sido la causa del sorpresivo fallecimiento. Los médicos han dicho que no hubo el menor percance en la preparación e incluso que el paciente había despertado de la anestesia y que hablaron con él.

La noticia impactó, porque nadie asimilaba que un colega tan presente, que en las últimas horas había compartido animadamente con colegas y relacionados y que lucía en buenas condiciones podía haber fallecido de un momento a otro en un centro de salud.

Montero, quien llevaba 15 años en El Nacional y se desempeñaba como subjefe de Redacción, era, además de afable y respetuoso, un empleado disciplinado y responsable. Se había entregado de tal modo a sus tareas que era  de los primeros en llegar a la oficina y estaba siempre pendiente de cualquier detalle.

Tan estricto era con el orden y la disciplina que en ocasiones solía bordear los extremos. Pero siempre de la boca para afuera, porque era dueño de un corazón noble y estaba en la mejor disposición siempre de servir o colaborar con cualquier causa humana. Sin importar de quién se tratara.

Era licenciado en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y, además de El Nacional, laboró en El Caribe y otros medios. También producía un programa de televisión y se desempeñaba como subdirector de Prensa del Ministerio de Obras Públicas.

En medio del dolor que embarga a su viuda Milagros, a sus hijos, a su madre, hermanos y demás familiares, el mayor consuelo es el valioso legado de responsabilidad, honradez,  disciplina y capacidad que legó tanto a ellos como a la nación. Para sus compañeros de El Nacional la partida de Montero ha sido desgarradora, como si se tratara de un juego cruel de la vida.

¡Adiós Montero! ¡Paz a tus restos!